Antonio siempre ha tenido una obsesión por la forma, por el equilibrio entre lo que se ve y lo que se siente.
Después de años entre grandes brigadas, restaurantes gourmet y cocinas donde la precisión era casi una religión, ha creado un lenguaje propio: contemporáneo, elegante, cuidado en los detalles pero nunca frío ni distante.
Ama los contrastes, la pureza de los sabores y la composición de los platos como si fuera un gesto de diseño.
Es quien sabe encontrar armonía incluso en el caos total — y lo hace siempre con una sonrisa, con esa calma que solo quien domina su oficio puede mantener.
Su lema: “La belleza es el primer ingrediente de cada plato.”
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